Un percance fríamente calculado
- magdafitipaldi
- 13 mar 2015
- 3 Min. de lectura
Los que me conocen saben que normalmente llevo puesta una cadenita con varias medallitas de la Virgen Maria. Una de ellas me la regalo el Padre Miguel en el 2002, días antes de irnos de Uruguay - no hace falta explicar el valor sentimental que tiene para mi esa virgencita.
Hace unos días estaba aprontándome para venir a Tijuana, cuando me fui a poner la cadenita y me di cuenta que esa medallita
se había salido. El arito no estaba roto, y la cadenita estaba cerrada - no entiendo como se salió, pero como estaba apurada me la puse sin pensar en el bolsillo de una campera. Esa campera, de lluvia y bien abrigada, me acompañó durante varios viajes, salvándome de muchas noches frías... y vino conmigo a México.
La mayoría de las personas en Tijuana son deportados o están intentando cruzar la frontera, no tienen más ropa de la que llevan puesta, ni comida, ni dinero, ni identificación de ningún tipo. Por suerte existe la Casa de los Pobres, donde las Hermanas Franciscanas de Nuestra Señora de la Paz sirven cerca de 1.000 comidas cada mañana, atienden una clínica médica gratuita para todos y dan bolsas de ropa y de comida a los más necesitados. Nosotros trajimos varias bolsas de ropa para donar a la "Ropería" de la Casa.
Cuestión que el primer día en Tijuana una de las hermanas sin querer agarró mi campera y pensando que era para donar se la dio a un señor que vino al comedor. Cuando me enteré unas horas después el señor ya se había ido - con mi campera puesta y la medallita de la virgencita en el bolsillo. Al principio me sentí un poco triste, la campera era muy buena, casi nueva, y encima mi querida virgencita se fue con ella. Pero a medida que fueron pasando las horas me olvide de lo que había pasado, no sentía ni tristeza, ni enojo, ni frustración y no entendía porque. Hasta me di cuenta que inconscientemente estaba forzándome a mi misma a sentirme triste por lo que había pasado. Pero también me fui dando cuenta que si bien fue una experiencia no deseada, tenía un sentido y un propósito.
Juuusto se me tuvo que salir la medallita de la cadena, y juuusto como estaba apurada no la arregle en el momento, y juuusto lleve esa campera y no otra a Tijuana, y juuusto la Hermana le dio mi campera al señor con frío y no otra? No, no creo que hayan sido coincidencias. Ese señor necesitaba esa campera y la protección de esa virgencita mucho mas que yo.
Y así, una vez mas me comprendí que "Dios escribe derecho sobre renglones torcidos." Lo tiene todo calculado, aun cuando nosotros no logramos entenderlo o cuando al principio no suceden las cosas como nosotros esperamos, Él hace todo por algo. Y me alegro que sea así! Yo no vi a ese señor, y si lo hubiera visto no se me hubiese ocurrido darle mi campera, y menos que menos regalarle mi medalla. Pero él necesitaba ambos y Dios hizo que le llegaran.
Comparto esta anécdota porque para mi fue muy importante darme cuenta que muchas veces nos preocupamos por cosas o estamos deprimidos y tristes por experiencias que vivimos... Y solo después de un tiempo, al recordar, le encontramos el sentido a esos "percances." Cuanto tiempo, lagrimas y enojo nos podemos ahorrar si desde el principio confiamos en que todo va a estar bien, que Él sabe lo que hace y que todo tiene una razón?!
Les dejo unas postales con los niños hermosos de Tijuana
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